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domingo, 12 de julio de 2009

Artículos


La guía de Sir Matthew P. "Bennet" van der Rhodes para sobrevivir a la Inglaterra georgiana.


Esta entrada, queridos lectores y lectoras, solo tiene la intención de aconsejar a aquellos que se quieren adentrar en el universo de Pemberley, de Mansfield, de Kellynch Hall y de Austen en general y que o bien no saben por donde empezar o bien, por donde continuar. Así que todo esto sería lo que le diría a una persona que nunca ha abierto un libro de Jane Austen pero que tiene la intención de hacerlo(...)

Los rostros vetustos no inspiran a los jóvenes


No hay filósofo, científico ni escritor que aparezca en los libros de texto en sus años mozos. Así, la sabiduría, el conocimiento y el talento se enlazan con la madurez e incluso con la vejez. ¿Y qué clase de ejemplo es ese para los jóvenes? Entonces es normal que puedan llegar a ver la filosofía, la ciencia y la literatura como algo aburrido, algo característico y único de los adultos, algo ajeno a la juventud, cuando en realidad esas ansias de conocimiento y de crear arte provienen de un fervor y una pasión juveniles.


Del plagio por encima de la calidad

Dejando de lado la existencia o no de una obra similar, ¿importaría algo? ¿Le quitaría el mérito a Jane Austen de haber escrito una obra que reflejara tan bien el comportamiento del juicio humano, las equivocaciones que este puede cometer, y las pasiones serenas si ya hubiera existido una obra con el mismo argumento? Bueno, coincidiremos todos en que primero tendríamos que leernos ambas, juzgar cuál es la de mayor calidad y decidir si OyP es un mal plagio o un buen replanteamiento de la misma historia.
Y es aquí donde quería yo llegar.


Templos virtuales que no cuajan en papel

Yo no llegaba a intuir totalmente lo increíbles que eran esas tramas, el esfuerzo que debía haber tras ellas, la cabeza que pudo idearlo todo... Pero ahora, con más años sobre mis espaldas y con más mundo contemplado en mi silencio, me doy cuenta de que todas esas historias... eran casi como novelas magistrales, de esas que lo tienen todo conectado y que no se dejan ningún cabo suelto, formando de tal modo un propio universo tan complejo como el nuestro. Y yo, que le doy vueltas a todo como si me creyera una lavadora y me obsesiono con cualquier tontería, pensé... ¿y si esos videojuegos fuesen auténticas novelas?


La gran potencialidad literaria de Los Juegos del Hambre.

De un libro, pueden hacerse una gran variedad de lecturas (unas más acertadas que otras, por supuesto): puede hacerse una lectura folletinesca, que sería leer la novela sin mirar más allá de su historia, o puede hacerse una lectura más pausada y crítica, concentrándose en captar si las situaciones que se nos presentan tienen una doble significación, una mayor profundidad (¿Qué significa eso para el personaje? ¿Qué posibilidades pueden surgir de ese suceso? ¿Explota bien el autor esas posibilidades?) o si simplemente son lo que son. A veces, cuando leemos, no nos fijamos en esa profundidad, y no es hasta que nos encontramos con un prólogo o algo parecido cuando comprendemos esa doble realidad. Con Los Juegos del Hambre, sentía un mínimo de esa profundidad conforme iba leyendo la saga y sobre todo cuando, en momentos de nostalgia o de aburrimiento en clase, recordaba lo que sucedía en las novelas y veía que todo ello iba un poco más allá.

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Las fotos originales de las cabeceras han sido buscadas en Wehearit.

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